La estancia en la que se encontraban
ahora, inconscientes, se inundó de silencio. El lugar era amplio y estaba
completamente vacío, solamente había una insignificante bombilla ubicada en lo
alto de la habitación titilando, como a punto de quemarse que les daba un toque
algo siniestro a las grietas en los muros de aquella madera centenaria, o
quizás milenaria, nadie lo sabe a ciencia cierta en estos días. Había además
una máquina en lo alto del muro que tenía la apariencia de un ventilador,
conectado a un par de tuberías pero que no parecía estar funcionando. No
existía en aquella habitación ni un solo sonido capaz de romper aquella
sepulcral quietud. Pasaron unos veinte minutos sin novedad alguna cuando de pronto
el extraño aparato transgredió el silencio haciendo girar sus aspas rumorosas, un
momento después en un rincón apareció un pequeño haz de luz, acompañado por un
murmullo vibrante y al instante el muro se abrió dejando entrar una claridad
artificial, permitiendo ver una pequeña jaula, dentro de la cual se distinguía
una silueta que recortaba la luz, arrastrándose por el suelo de tierra su
sombra y alargándose tétricamente. Un susurro disgustado venía con ella
mientras se acercaba caminando con desdén hacia el centro de la habitación.