martes, 1 de septiembre de 2015

Capítulo 1 (Segunda Parte)



La estancia en la que se encontraban ahora, inconscientes, se inundó de silencio. El lugar era amplio y estaba completamente vacío, solamente había una insignificante bombilla ubicada en lo alto de la habitación titilando, como a punto de quemarse que les daba un toque algo siniestro a las grietas en los muros de aquella madera centenaria, o quizás milenaria, nadie lo sabe a ciencia cierta en estos días. Había además una máquina en lo alto del muro que tenía la apariencia de un ventilador, conectado a un par de tuberías pero que no parecía estar funcionando. No existía en aquella habitación ni un solo sonido capaz de romper aquella sepulcral quietud. Pasaron unos veinte minutos sin novedad alguna cuando de pronto el extraño aparato transgredió el silencio haciendo girar sus aspas rumorosas, un momento después en un rincón apareció un pequeño haz de luz, acompañado por un murmullo vibrante y al instante el muro se abrió dejando entrar una claridad artificial, permitiendo ver una pequeña jaula, dentro de la cual se distinguía una silueta que recortaba la luz, arrastrándose por el suelo de tierra su sombra y alargándose tétricamente. Un susurro disgustado venía con ella mientras se acercaba caminando con desdén hacia el centro de la habitación.

-Claro, todo yo, ¡todo yo! – se oía refunfuñar a la silueta que a medida que se aproximaba tomaba más forma y carácter revelando al fin que se trataba de un hombre de mediana edad.- ¿Y ahora quien rayos fue el estúpido que abrió la com...- no pudo terminar la pregunta cuando se dio cuenta de que habían dos personas inconscientes en el suelo - perfecto, ahora yo tengo que recoger la basura- dijo, de muy mal humor.

 Se alejó de la luz, convirtiéndose en una silueta otra vez, cada vez más difusa, para dirigirse hacia un agujero que había en el muro circular, introdujo un cristal igual al que llevaba Reedo y entonces desde el orificio aparecieron líneas de un luminoso color violeta, que como venas llenaron el muro por completo, se iluminó el cuarto y un panel enorme, lleno de luces y botones surgió de la pared, acompañado por un estridente sonido mecánico. Esta curiosa claridad violácea dejó entrever que el hombre tenía un aspecto un poco turbio, su semblante lucía malhumorado y tenía una cicatriz que atravesaba su ojo izquierdo. El tipo presionó algunos botones, como siguiendo alguna combinación específica y luego levantó una pieza cúbica que tenía muchas perforaciones.

-¿Que sucede?- dijo una vocecita femenina que salía desde el artefacto con forma de cubo. Al parecer era una especie de comunicador.

-Necesitaré algo de ayuda aquí arriba, envíame a Radis.- dijo.
-¿Qué sucedió? No… no me digas… ¿Otra vez Reedo?- pregunto la voz, sin parecer en absoluto sorprendida.
-¿Que comes que adivinas?- dijo irónicamente el individuo y dejo el artefacto donde estaba.


 Se acercó al chico y lo volteó empujándolo con su pie, como quien empuja un saco o un cadáver, y luego se agachó gruñendo para comprobar su estado poniendo los dedos sobre su cuello.
-Chiquillo imprudente- farfulló.- ¿cuándo dejarás de ser un estúpido? ¡Ah! Esta juventud de hoy, tan insensata e idiota...


Después de unos veinticinco minutos de larga espera, un eco mecánico se escuchó en la habitación, y desde el rincón opuesto al cual había aparecido el hombre, apareció otra jaula. Ésta era bastante más grande, de ella salieron dos personas, uno de ellos era un muchacho, no superaba los diecisiete. Llevaba un maletín.

-¿Que sucedió?- preguntó el hombre llamado Radis. Lucía de aproximadamente unos treinta, grandes anteojos redondos y una curiosa cicatriz sobre la nariz. 
-Al parecer, quiso ser héroe y le entregó su respirador a la chica.-dijo, apuntando hacia la desconocida.
-Y ella, ¿quién es?- preguntó Radis mientras examinaba al chico y el muchacho del maletín, se encargaba de la chica.-No tengo ni la más jodida idea. En realidad tampoco me interesa, solo me importa que se lleven estos “bultos”. Ya bastante tiempo he perdido aquí por culpa de ellos.- dijo muy despectivamente. 


         En un instante, el rostro de Radis palideció.

-Esto no es bueno, esta vez se ha intoxicado en un grado mucho mayor. Rápido hay que llevarlos hasta la Unidad Médica.
-Como si eso fuera una novedad.- Dijo el tipo malhumorado.
- Maestro, la chica está malherida, debemos apresurarnos.- agregó el chico que venía con Radis. Intentó levantar a la chica, y cuando lo hizo, la capucha que llevaba puesta cayó y dejo al descubierto su cabello: era blanco como la nieve. Esto sorprendió bastante a todos los presentes.


-Podrían ayudarme, ¿no?- dijo Radis algo molesto, tratando de sacar a los otros dos de su asombro. El muchacho se sobresaltó avergonzado, y corrió a ayudar a su maestro.

 El tipo malhumorado suspiró y los ayudó a cargar a los heridos hasta la jaula. Radis, ya bastante más preocupado, se apresuró a entrar en la jaula y la cerró de un golpe.
-¡Rápido! Su pulso es cada vez más débil.- Apremió inquieto.


El muchacho del maletín, quien parecía ser su aprendiz entonces introdujo un cristal en una ranura en un panel pequeño, al igual que lo hicieron Reedo y el tipo malhumorado anteriormente, la jaula desapareció tras el muro y comenzó a bajar. El hombre huraño sacó el cristal del muro y lo devolvió a su bolsillo. En un segundo, la estancia volvió a quedar en penumbras. Abordó la jaula en la cual había llegado y el silencio se apoderó del cuarto otra vez, hasta que un crujido rompió la quietud. Cuando el tipo llegó abajo, se dió cuenta de que la otra jaula aún no había llegado.

Fin del primer capítulo.

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